A partir de 2017 los coches y furgonetas de gasolina tendrán filtros de partículas. Así lo obliga una nueva normativa europea, el estándar Euro 6C, que ya venía siendo un requisito para los modelos diésel. La razón de ello no es otra que reducir las emisiones de dióxido de carbono.

Pero, ¿en qué consiste exactamente un filtro de partículas? Se trata de un dispositivo instalado en el tubo de escape que se encarga de retener todas las partículas sólidas que genera un motor -y que resultan contaminantes-. Una vez el filtro está lleno, éste las quema en un proceso conocido como regeneración.

Para eliminar dichas partículas, el motor de nuestro vehículo debe alcanzar una temperatura superior a los 400ºC, de ahí que no sea hasta los 300 km de circulación cuando el filtro de partículas se pone a funcionar. Cabe señalar asimismo que un filtro de partículas es capaz de retener hasta el 99% de las partículas contaminantes acumuladas.

Es posible, sin embargo, que el filtro de partículas no sea capaz de quemar todos esos contaminantes. Esto ocurre cuando el motor no ha llegado a alcanzar la temperatura adecuada, lo que resulta normal conduciendo por ciudad. Así, cuando un filtro acumula demasiadas partículas, el consumo de combustible aumenta, tenemos la sensación de que nos falta potencia y se dan tirones. ¿La solución? Acudir al taller para limpiarlo.